El papa Francisco y la vida consagrada

El papa Francisco y la vida consagrada

La vida consagrada fue para el papa Francisco una cuestión vital, parte central de su persona. Fue un consagrado en la Compañía de Jesús, el primer papa jesuita. Al adoptar el nombre de un gran consagrado, mostró un programa de vida y una referencia espiritual. San Francisco de Asís, hombre centrado en Cristo, impulsor de una gran reforma evangélica, vivió la riqueza de una vida pobre entre los pobres. Por último, un detalle significativo, en cada uno de sus viajes reservaba un momento para un encuentro con los jesuitas del país. Era un acto privado, fuera de la agenda oficial, pero nunca faltaba. Con ello quería mostrar con claridad que permanecía vivo el vínculo con su familia espiritual de consagrados.

El papa Francisco proyectó una mirada positiva y confiada sobre la vida consagrada. En sus intervenciones destacó su significado y apuntaba sus posibilidades. Esta mirada positiva se prolongó en confianza, encargando a consagradas y consagrados, tareas importantes en la vida de la iglesia, incluyendo la curia romana, el nombramiento de obispos y cardenales o la designación de asesores.

«Donde hay religiosos, hay alegría»

Señalaba que la vida consagrada es un don de Dios para la iglesia y el mundo. Repetía que «donde hay religiosos hay alegría». La alegría, no es para él un rasgo secundario de la vida cristiana. Es una de sus principales características pues procede de la presencia de Dios, que infunde contento y felicidad a la vida humana.

De la vida consagrada destacaba sobre todo dos aspectos. La dimensión de signo y el carácter profético. Los consagrados estamos llamados a ser signos auténticos y creíbles del amor de Dios. La profecía es «la nota que caracteriza la vida consagrada». Consiste en la «capacidad de observar la realidad» y en «reinterpretar lo acontecimientos». De este modo, el profeta «revela lo que importa» y su tarea es «despertar al mundo» mostrando unas referencias vitales distintas a las de la cultura domínate, para que inspiren el surgimiento de una nueva sociedad.

Destacaba algunos aspectos fundamentales de la vida consagrada: el enraizamiento en Cristo; asumir la condición de minoría, sabiendo que no se trata de «sobrevivir, sino de vivir una nueva vida». Un aspecto en el que insistía es la importancia de la vida comunitaria. «No es lo mismo vivir juntos que vivir en comunidad»; se trata de vivir la mutua acogida y el intercambio del don. Y por supuesto la llamada a la misión siendo avanzadilla de una Iglesia en salida hacia las «periferias existenciales»

Significado de los votos

Ha explicado el significado de los votos como expresión de la unión con Cristo. La pobreza como libertad para la entrega y la generosidad; la castidad como fomento de un amor profundo, de entrega y encuentro; la obediencia como una llamada a la responsabilidad y a la confianza entre los miembros de una misma comunidad.

Como buen jesuita practicaba el discernimiento advirtiendo de los peligros concretos que amenazan a nuestra forma de vida: el cansancio, la tristeza, la queja, una vida rutinaria y sin entusiasmo, el endurecimiento del corazón, la duplicidad de vida, la secularización, la pérdida del sentido de la realidad, no saber dialogar con el mundo, el chismorreo, la autoreferencialidad y el repliegue en uno mismo…

Formación integradora

Además, ha tenido presente la formación en un sentido muy actual. No solo formación académica o teórica, sino una formación integradora que abarque las diferentes dimensiones de la persona: humana, intelectual, afectiva y espiritual. Tiene que preparar para vivir en comunidad. Y tiene que incluir capacidad de diálogo con el Espíritu Santo y con los contemporáneos. No se acaba en un momento determinado, sino que abarca toda la vida.

También ha alentado reformas que «aligeren las estructuras» y se «reutilicen las grandes casas en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y de caridad».

Al final, nos queda dar gracias por el pontificado de Francisco, y pedir a Dios que nos ayude a continuar su herencia: la alegría, la apertura al mundo, la atención a los pobres, la confianza en los jóvenes y la decisión por una reforma evangélica permanente de la iglesia.

Texto: Ricardo de Luis Carballada, OP. Miembro del Equipo de Teólogos de la CONFER.

Foto: Jesuitas Global.

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