Mensaje del prior general de la Orden de San Agustín

Madrid, 15 de marzo de 2013 (IVICON).- La iglesia acaba de conocer al nuevo obispo de Roma, el recién elegido santo Padre, el papa  Francisco, hasta ahora cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J., arzobispo de Buenos Aires, Argentina. La alegre celebración que hemos visto en la plaza de San Pedro es, sin duda, la experiencia de los católicos a lo largo de todo el mundo. Nuestro nuevo papa, el primero no europeo en los tiempos modernos elegido obispo de Roma, bien conocido por su sencillo estilo de vida (vive en un piso pequeño, usa transporte público), y por su compromiso con los pobres, que hasta ahora se ha dedicado a servir al pueblo de Argentina, ha sido llamado a asumir el ministerio petrino en este momento de la historia de la iglesia, lleno de desafíos.

Podemos imaginar que al inicio de su pontificado nos explicará el porqué de este nombre, Francisco. Sin pretender ser presuntuoso, quisiera mencionar a dos grandes santos que comparten este nombre: Francisco de Asís, el santo de los pobres que literalmente dejó todas sus riquezas para seguir a Cristo; y Francisco Javier, el gran jesuita misionero, que predicó incasablemente el evangelio, con gran valor, especialmente en Asia. Francisco Javier, con su gran formación teológica, decidió dedicar su vida a la evangelización, a anunciar el mensaje de Jesucristo en tierras lejanas de las comodidades de su patria. Sea cuales fueren las razones del papa para elegir este nombre, como agustinos podemos aprovechar esta ocasión para reexaminarnos en los aspectos presentados por estos dos grandes santos, Francisco de Asís y Francisco Javier, y, de este modo, recordar que, en nuestra vocación, hemos sido llamados a vivir nuestra consagración a Dios en comunión con toda la iglesia, con una vida sencilla, sirviendo a los pobres, y como seguidores de Cristo que anuncian el evangelio de palabra y obra a través de nuestro espíritu misionero. y no olvidemos que nuestras Constituciones (n. 3) hablan de la especial devoción y fidelidad que debemos al papa como Orden, y no hay mejor ocasión para recordar y renovar nuestra lealtad que este momento del comienzo del pontificado del papa Francisco.

En su primer saludo al pueblo reunido en la plaza de San Pedro, y antes de dar su bendición “a la ciudad y al mundo”, el papa Francisco inclinó su cabeza y pidió una oración nuestra por él. Oremos por nuestro nuevo Papa, y encomendémonos unos a otros, como hermanos y hermanas unidos en la una, santa, católica y apostólica iglesia, en fidelidad al papa Francisco, y junto con todos los que de palabra y obra anuncian la buena Nueva por todo el mundo. Que el Espíritu del Dios vivo esté con el papa Francisco y le guíe, y que bendiga a toda la iglesia mediante su ministerio.

Un fraterno abrazo, Fr. Robert F. Prevost, O.S.A. Prior General

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