¿Qué Iglesia nos deja el papa Francisco?

Qué Iglesia nos deja el papa Francisco

El 21 de abril de 2025 fallecía a la edad de 88 años el papa Francisco, el primer latinoamericano en liderar la Iglesia católica.

Estas fueron sus últimas palabras en su última aparición este Domingo de Resurrección como parte del tradicional mensaje de Pascua: “Renovemos nuestra esperanza y nuestra confianza en los demás, incluso en quienes son diferentes a nosotros o vienen de tierras lejanas, trayendo costumbres, formas de vida e ideas desconocidas. Porque todos somos hijos de Dios”.

El papa Francisco se definió como un pecador a quien el Señor ha puesto los ojos. Su lema “miserando atque eligiendo” es algo que en su caso ha sentido siempre muy verdadero.

Se podría sintetizar que las enseñanzas de todo su magisterio son una invitación urgida a una conversión personal, a una conversión pastoral, a una conversión a la solidaridad por amor preferencial a los pobres.

Su legado eclesiológico se puede definir con los siguientes atributos:

  1. La Iglesia hospital de campaña
  2. La Iglesia pueblo fiel de Dios
  3. La Iglesia sinodal

La Iglesia hospital de campaña

¿De qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento histórico? ¿Qué Iglesia soñaba Francisco?

Para el papa Francisco lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Ve a la Iglesia como «hospital de campaña» tras una batalla. El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios “clérigos de despacho”.

En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia.

La Iglesia pueblo santo, fiel de Dios

El papa Francisco se detiene en el sentido ignaciano de “sentir con la Iglesia”. Para ello parte de la imagen «pueblo santo, fiel de Dios». Es la definición de la constitución dogmática del Concilio Vaticano II Lumen Gentium n. 12. La pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor teológico: Dios, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo.

No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana. Sentir con la Iglesia, por tanto, quiere decir estar en este pueblo.

La Iglesia sinodal

La novedad y propuesta del papa Francisco es la reivindicación del bautismo como base y fundamento de la Iglesia. El bautismo (no el ministerio ordenado) debe ser la clave o el ángulo desde el que se debe vivir, pensar y realizar la Iglesia. En ello se juega el futuro y la figura de la Iglesia.

En el bautismo se fundamenta también la igualdad y la dignidad de todos los miembros de la Iglesia, que los convierte a todos en portadores de la Identidad y de la misión de la Iglesia.  

En esta línea deseamos hacer nuestras las palabras que dirigió el papa Francisco al Cardenal Ouellet, el 19 de marzo de 2016:

“Mirar al pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar orgullosos es el Bautismo. Por él y por la unción del Espíritu (los fieles) quedan consagrados como casa espiritual un sacerdocio santo (LG 10). Nuestra primera y consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizado laicos y es el signo indeleble que jamás nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos forman parte del Santo Pueblo de Dios”.

Si estas palabras se hiciesen realidad en la Iglesia, en nuestras parroquias y movimientos eclesiales, seria signo de que vamos entendiendo y viviendo la Sinodalidad.

La Iglesia sinodal es la Iglesia que Dios espera y desea para nuestro milenio. Lo que fue el Concilio Vaticano II para la Iglesia del siglo XX lo será la Iglesia sinodal para los años que están por venir.

Texto: ​Juan Pablo Garcia Maestro, OSST. Miembro del Equipo de Teólogos de la CONFER.

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