«Mujer gades»: una bocanada de aire

Cádiz, 11 de marzo de 2013 (IVICON).- El pasado viernes, 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer. Benedicto XVI en su mensaje de Cuaresma nos habla de la relación entre fe y caridad: “…representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico”.

En la diócesis de Cádiz y Ceuta nos encontramos con ejemplos de ese equilibrio que debe existir,  según Benedicto XVI, entre fe y caridad. Es el caso del Centro Social Polivalente Mujer Gades. Esta iniciativa de las Hermanas Oblatas del Stmo. Redentor lleva trabajando en Cádiz, a favor de la mujer vinculada al ambiente de la prostitución, desde 1989.

En la actualidad, Mujer Gades no se limita al trabajo con personas que ejercen la prostitución; mujeres con riesgo de exclusión social, con problemas de drogas, alcohol, violencia de género, con alto grado de analfabetismo y en busca de un empleo, son bien recibidas en el centro. Éste pretende ser un lugar referencial donde  las mujeres encuentren los instrumentos necesarios para el desarrollo de su personalidad mediante  la realización de diversas  actividades programadas partiendo de sus necesidades y estableciendo un proceso de desarrollo personal.

La hermana Julita Núñez, directora del Centro, nos recibe acompañada por Gema Herrero Lapaz, trabajadora social, y Concha de la Vega, educadora, para explicarnos el duro, a la vez que gratificante, trabajo que realizan por dignificar la vida de las personas que acuden a Mujer Gades.

Mujer Gades no es un centro cerrado exclusivamente a la mujer. Durante el año 2012 atendieron a 200 mujeres y 20 hombres. El rango de edad es amplísimo, asistiendo a personas entre los 16 y los 75 años.

El trabajo en el centro se divide, principalmente, en cinco áreas: formativa, psicológica, sanitaria, sociolaboral y sensibilización, y cooperación. En un primer momento, se realiza una labor de información y asesoramiento, viendo las necesidades de cada caso concreto y así, posteriormente, poder derivar a esa persona a la entidad social que mejor le pueda ayudar. Mujer Gades cuenta con diversos talleres formativos para la futura búsqueda de empleo. Desde 2004 han conseguido trabajo unas 400 mujeres.

De esta manera, en los últimos años las mujeres que reciben este tipo de atenciones son un 60% autóctonas y un 40% extranjeras. Los datos cambian cuando hablamos de prostitución, siendo sobre todo extranjeras, en su mayoría brasileñas y rumanas.

Julita Núñez, con su inconfundible acento navarro, nos hace una diferenciación con el trabajo que se realiza en el centro y el que se hace con las personas que ejercen la prostitución. Este último es un trabajo más de campo. Gema, trabajadora social, nos explica la curiosa forma que utiliza para ponerse en contacto con las prostitutas: “Lo hago mediante los anuncios que ellas mismas publican en la prensa o internet. Las llamo a los teléfonos o me pongo en contacto a través de los correos electrónicos en los que ellas ofrecen sus servicios. De esta manera, les explico el trabajo que realizamos. Les damos información sanitaria, materiales para la prevención del VIH e incluso les ofrecemos la posibilidad, gratuita, de realizar el Test de Diagnóstico Rápido. Si ellas aceptan, el siguiente paso es visitarlas personalmente, bien en sus casas, o bien en lugares públicos, donde ellas se sientan más cómodas”.

Así, nos cuentan que la prostitución en la provincia de Cádiz va desapareciendo progresivamente de las calles, concentrándose sobre todo en pisos y clubes.

Tras conocer el funcionamiento del Centro, nos acercamos a una de las aulas, donde un grupo de unas 15 mujeres recibe clases de matemáticas. Cada una de ellas tiene una problemática personal y particular. Sus rostros muestran el sufrimiento de una etapa de sus vidas que intentan olvidar, al mismo tiempo que ilusión por esta nueva oportunidad que les da la vida y Mujer Gades.

Nuestra visita les sorprende. A algunas se les ve algo dubitativas y temerosas a la hora de expresarse y confiar en alguien nuevo que intenta entrar en sus vidas. A pesar de todo, la amabilidad y las ganas de escuchar de todas ellas queda patente cuando comenzamos a conversar con ellas. La intención de nuestra visita no es en ningún momento conocer sus problemas, sino ver cómo se están solucionando. Con todo, alguna al hablar de lo que reciben del Centro no pueden evitar hacer referencia a su pasado, algo que les hace humedecer sus ojos.

Charo, una de las más veteranas del grupo, se lanza a contarnos su experiencia, no puede evitar ponerse de pie para hablar con nosotros: “Yo cuando llegué aquí era una mujer encorvada. Fue llamar a la puerta de Mujer Gades y la bocanada de aire fresco que me llegó y lo bien que me sentí cuando empecé a hablar con las trabajadoras del centro hizo que poco a poco fuera enderezándome. Antes de llegar aquí no me sentía ni mujer, yo odiaba ser mujer. Desde que entré por esa puerta, día tras día, estoy más orgullosa de ser mujer y me siento luchadora. Cada día disfruto más de las pequeñas cosas”.

De la misma manera, todas comparten la sensación de que hablar de sus problemas con otras personas les sirve para aprender a afrontar  el día a día. Al mismo tiempo, la formación que reciben de los distintos talleres de Mujer Gades les ayuda a volver a tomar las riendas de sus vidas. 

Mujer Gades cuenta en la actualidad con tres trabajadoras contratadas y un grupo de doce voluntarios, que desde un proyecto educativo común, entregan su tiempo a favor de las mujeres que luchan por hacer un camino y desde el convencimiento de que es posible avanzar y crecer juntas. Concha, educadora, nos dice que la labor que ellos realizan es una enseñanza diaria. “Nos evangelizan diariamente”, asegura Julita.

En Mujer Gades no hemos parado de oír la palabra “familia”, es así como se sienten y como nos han hecho sentir. Nos han mostrado el fruto de la caridad, el compañerismo, la ayuda desinteresada, la importancia del cariño y, sobre todo, el ¡sí se puede!

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