Madrid, 20 de noviembre de 2013 (IVICON).- En 1918, Emilio Anizan (1853-1928), fundó los Hijos de la Caridad, sacerdotes y religiosos para anunciar el amor de Dios a las “muchedumbres abandonadas como ovejas sin pastor”. Hoy, extendidos por doce países en pequeñas comunidades insertas en barrios populares de las grandes ciudades.
Iniciamos nuestra andadura en España en 1963, en Vallecas (Madrid). Después vinieron Getafe, Sevilla, Leganés. En parroquias populares, en el trabajo, acompañando a grupos y movimientos de jóvenes y adultos, a familias, en la pastoral de prisiones o de las migraciones…, intentando vivir juntos cada día “el mal” que aquejaba a nuestro fundador: “el mal de Dios y el mal del ministerio del pueblo”.
Con ocasión de este aniversario hemos preparado una pequeña publicación titulada “Mirada agradecida” en la que hemos hecho una relectura de estos cincuenta años en España con un corazón agradecido por tanto vivido.
Vamos a vivir una tarde festiva el próximo sábado 30 de noviembre en la que presentaremos esta publicación. Celebraremos una Eucaristía de acción de gracias presidida por el obispo de nuestra diócesis de Getafe Monseñor Joaquín Mª López de Andújar, seguida de un aperitivo y un concierto.
Será en San Rafael, nuestra parroquia de Getafe.
El prólogo de “Mirada agradecida” dice así:
Esta es la historia de un pequeño grupo de religiosos y pastores. 50 años de una fidelidad apasionada y fecunda. Fidelidad apasionada, porque está alimentada por tres pasiones: Jesucristo, el pueblo pobre y trabajador y los hermanos. Nos llamamos Hijos de la Caridad. Discípulos de Emilio Anizan (1856-1918), fundador en 1918, en Francia, de una congregación religiosa para vivir del amor de Dios y anunciarlo a las muchedumbres “abandonadas y sin pastor” de los barrios populares. Al cumplir 50 años de existencia en España, hemos sentido la necesidad de visitar juntos esta historia, para dar gracias a Dios por ella y mirar al futuro con confianza y creatividad. Fidelidad fecunda, porque hemos sido testigos admirados de la inmensa riqueza de fe, de caridad, de esperanza que el Espíritu genera en el seno de los pequeños y los sencillos. Testigos, igualmente, de cómo ese Espíritu trabaja en el seno de la Iglesia de Cristo: hombres, mujeres, jóvenes y niños, sacerdotes, religiosas. Nuestra historia se funde con la de cientos, miles, de testigos que, de multitud de maneras han reflejado y reflejan con sus vidas la luz de Cristo en medio del mundo. Estas páginas son, por eso también, un homenaje agradecido a la Iglesia y a la humanidad que llevamos en nuestras entrañas. Si tú que las lees has participado en algún momento en esta historia, esperamos que te reconozcas en ellas y des con nosotros gracias a Dios. Si las descubres, ojalá este relato pueda hacer brotar en ti el interés y la confianza.
Hemos querido mostrar lo esencial, a través de cuatro grandes etapas cronológicas, pero que, al mismo tiempo, constituyen “tiempos pastorales y espirituales” con cierta personalidad. Como ocurre con la energía, en la historia nada se pierde. Por eso, encontramos siempre, quizás vivido y expresado de otra manera, convicciones y amores acumulados, mezclados con novedades que vienen a enriquecer el conjunto. Todo ello atravesado por un hilo conductor que dirige nuestras vidas: el amor a Dios y el amor pastoral al pueblo trabajador, especialmente a los más heridos. Nuestro fundador lo expresaba diciendo: “tengo el mal de Dios”, “tengo el mal del ministerio del pueblo”.