León XIV: el hijo de San Agustín

León XIV: el hijo de San Agustín

Fue el jueves 8 de mayo, a las 18:07, que apareció la fumata blanca en la chimenea vaticana que visualizaban millones de personas, muchas presencialmente, la mayoría a través de las pantallas en todo el mundo. Mi comunidad de agustinos se encontraba enfrascada en las ocupaciones propias del día y del momento aunque con un ojo y oído puestos en lo que ocurría en la Capilla Sixtina. Ante la noticia de la fumata, pronto se concentraron los más actualizados en la sala de TV para presenciar lo que venía a continuación que no era otra cosa que el anuncio del nombre del nuevo Papa.

Mientras esto ocurría, me encontraba en el despacho parroquial, atendiendo a personas, con la inquietud propia del momento centrada en el inminente anuncio de la identidad del nuevo Papa. Conecté el ordenador y un canal de televisión y al oír al cardenal protodiácono Dominique Mamberti nombrar a Robert, tuve la seguridad de que se trataba de Robert Francis Prevost, el cardenal agustino.

Emoción inesperada

Es difícil describir las emociones y sentimientos que se desatan al recibir una noticia de esta naturaleza que te afecta de una manera tan directa. Se agolparon una mezcla de perplejidad y alegría, de incredulidad y esperanza, de temor y paz. Un hermano agustino, conocido y cercano hace mucho tiempo, ha sido elegido sucesor de Pedro. Una tenue esperanza se ha hecho realidad.

Parece que sí estaba en el radar de muchos cardenales, aunque no despuntaba en las previsiones previas, manteniendo un perfil discreto, según nos decían los entendidos. Entre los agustinos se mantenía una esperanza comedida, sin mayores expectativas. Y entre los religiosos/as de la sede de CONFER, a juzgar por la porra que jugamos, eran otros los que figuraban como favoritos. Solamente dos nos inclinamos por Robert Prevost.

«Soy agustino. Hijo de San Agustín»

Todos hemos podido presenciar los primeros pasos del nuevo papa León XIV, su saludo de paz, su insistencia en la pacificación del mundo, su referencia a la unidad, a una Iglesia unida que busque siempre la paz y la justicia. A la vista de los acontecimientos mundiales del presente no cabe duda de que la paz será una de sus prioridades. En su primer discurso en el balcón de San Pedro, dijo: “Soy agustino. Hijo de San Agustín”. Una afirmación rotunda de vivencia evangélica en el rico itinerario agustiniano. Unos días después, durante una visita a la comunidad de la Curia General Agustiniana expresó: “Tendré que renunciar a muchas cosas, pero no renunciaré jamás a ser agustino”.

Su lema y su escudo son inspiradores de lo que es central en su vivencia y de lo que promoverá especialmente durante su pontificado. La unidad y la comunión en un mundo que necesita se establezcan puentes y se suavicen las diferencias para avanzar en humanidad y solidaridad, hace parte del carisma agustiniano. Del mismo modo, la generosidad y la entrega a lo que la Iglesia necesite de lo que Robert Prevost es un buen ejemplo de total disponibilidad. A ello se puede sumar la búsqueda de la verdad, el fomento de la interioridad, un estilo de gobierno sinodal, diálogo con la ciencia y la cultura. Es natural que, como agustino, aporte los dones recibidos del Espíritu para bien de la Iglesia.

Carisma al servicio de la Iglesia

He coincidido en bastantes ocasiones con el P. Robert Prevost como general en sus visitas a las comunidades de la Orden, en capítulos y en un curso para formadores en Roma donde tuvimos oportunidad de hablar, también personalmente, sobre temas concretos de formación. Siempre me ha parecido un hombre prudente, de honda escucha, cercano y empático, de fácil relación, con visión y discernimiento en el Espíritu. Es un dato interesante el que la información que hemos dado numerosos agustinos a los medios a raíz de su elección, pillándonos muchas veces de sorpresa, ha sido básicamente la misma.

En conclusión, el Papa agustino León XIV es una alegría para la Orden y una riqueza para la Iglesia. Al mismo tiempo, nos invita a los agustinos a una mayor conciencia de nuestra identidad y fidelidad al carisma como don para toda la Iglesia. El Espíritu Santo, que es el que mueve los hilos, nos anima a todos, con la elección del nuevo Papa, a continuar en la renovación conciliar de una Iglesia que es comunión y misión, continuando la senda sinodal abierta por el papa Francisco.

Texto: José Luis Martínez, OSA.

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