Madrid, 28 de julio de 2020 (IVICON); Somos una comunidad de cinco Hermanas del Amor de Dios, Congregación fundada por el Venerable Jerónimo Mariano Usera y Alarcón. Vivimos en Mexicali, México, en una zona muy vulnerable de la periferia noroeste de la ciudad.
Nuestra misión evangelizadora la realizamos desde la educación en un Colegio que cuenta con 2° y 3° de Educación Infantil y Primaria (estamos construyendo la Secundaria), y en la Pastoral parroquial, sobre todo, en la catequesis de preparación para los Sacramentos.
En el colegio atendemos a unas 300 familias de muy, muy bajos recursos y donde nuestra prioridad es la educación en valores desde el Evangelio, al estilo de Jesús y a la luz del carisma Amor de Dios. En la Pastoral parroquial atendemos cinco capillas con unos 500 niños a los que también se atiende y se sigue formando en línea (online) o como se puede, pues los recursos son muy rudimentarios.
Era el 16 de marzo y nos despertamos con la noticia de que las clases se suspendían. Surgió el primer caso de Covid-19 en Mexicali, se suspendieron todas las actividades no esenciales en el Estado. Y así, apresuradamente, se despidió a los niños a sus casas hasta nuevo aviso. Y surgió el primer problema ¿cómo dar seguimiento a los alumnos? Y sin más preámbulo, los docentes comenzaron a involucrarse con las nuevas tecnologías para seguir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nuestros niños y familias quedaron confinados en sus casas, para muchos un “cuartito”, y sin muchos medios para seguir las clases online, pues ni todos tienen computadora ni todos cuentan con celulares disponibles. De esta forma, comenzó la comunicación hermanas-docentes-padres de familia-niños, y con esta comunicación, también llegaron las primeras malas noticias:
– “Maestras, recen por mi abuelita, que se contagió de Covid y está muy enferma”; -maestra, ¿está usted enterada que el papá de tal niño está contagiado?; -maestra, por favor, recen por mi abuelita que acaba de morir; -hermanas, por favor, recen por este sacerdote que ha muerto y por los que se han contagiado” y así sucesivamente, fueron llegando las noticias de personas cercanas, familiares y bienhechores que ¿quién sabe cómo? se contagiaron.
En el Colegio tenemos muchos papás que se quedaron sin trabajo, muchos familiares contagiados: papas, tíos, primos…, abuelitos que se fueron con Dios sin despedirse… lo que ocasiona un ambiente de miedo, confusión, ansiedad… Personas que, sin conocernos, se han acercado a pedir alimentos, porque quedaron sin trabajo y no tenían nada que llevarse a la boca.
Ante esta situación, la comunidad se comprometió a tener una hora de adoración al Santísimo, a la que se podían unir todas las familias desde sus casas, para pedir la protección y la ayuda del Señor para todos. Y ante la incertidumbre y confusión, ¿qué hemos hecho? Avivar la fe, la confianza en el Señor, animar, consolar, alentar la vida y en solidaridad universal, inculcar el cuidado personal y de los demás. Las familias del colegio se unieron a las celebraciones Eucarísticas por distintos medios, abrieron espacios de oración en sus hogares para unirse a la oración de la Iglesia por el fin de la pandemia y para rogar por todos.
Nuestra comunidad ha estado siempre abierta para acoger y atender a todos los que han pasado por aquí, buscando consuelo, orientación, desahogo o alimentos. Las hermanas hemos intentado ser fuente de esperanza, fortaleza y ánimo para todos y confiamos en la misericordia de Dios, que escuchará las oraciones y pronto podremos retomar la normalidad de la vida.