En la ruta con los discípulos de Emaús hay un momento clave, es el momento del reconocimiento, de percibir que aquello que se les está moviendo por dentro “es de Dios”. El elemento que provoca esa certeza es el gesto de Jesús al partir el pan. En el peregrinar hacia la esperanza está esa indicación como señal, brújula… para el camino. Partir y repartir, desde lo que cada uno es, con nuestras heridas, pero junto a otros, en igualdad en la misma mesa… ese es el camino. Algo que responde más a un estilo, que a un hacer concreto o a un lugar específico.
Pepe Laguna presentó durante su ponencia en la 31ª Asamblea General de la CONFER estos posibles escenarios donde la Vida Religiosa está llamada a ser testimonio de esperanza. Tienen un elemento común “la frontera”, no entendido como frontera geográfica ni tan siquiera como un lugar físico, sino como esa marca o señal que diferencia entre dos realidades, aparentemente opuestas o incluso conflictivas, pero llamadas a encontrarse, a reconciliarse, y a generar encuentros que son germen de algo nuevo, de la novedad de Dios.
Modos de estar en las periferias
El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades.
Laguna, que ha trabajado más de una década en la integración de jóvenes en exclusión social, sostiene que “aún las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que incorpora a todos”.
Según Laguna, “prometiendo, nos convertimos en artesanos del tiempo: le damos forma, ritmo y acuerdo. En el momento de hacerse, la promesa carga el presente de futuro. La verdad de la promesa es muy singular: no parte del reconocimiento de la realidad (de lo que es cierto o verídico), sino de la invención de un posible que incluso podía no estar previsto.
La Vida Religiosa está llamada a recorrer y a habitar las fronteras como lugares donde se gesta la esperanza”. Y subrayó, citando la Evangelii gaudium de Francisco: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos”.