El Tren de la Paz recorre su segunda estación: nacer del amor. No hay paz sin eugenesia

Madrid, 27 de febrero de 2024 (IVICON); En la segunda estación el Tren de la Paz abre sus puertas a los nuevos seres humanos, los niños y las niñas, que han de nacer del amor, han de ser acogidos y educados gratuitamente para vivir en comunión con otros. Los padres y los educadores, la sociedad y la Iglesia, son los primeros pacificadores cuando posibilitan a los más pequeños nacer y crecer con amor.

Esta vez nos centramos en las páginas del libro de Xabier Pikaza, “El camino de la Paz. Una visión cristiana”, en las que nos habla sobre aprender a querernos, y engendrar y acoger a los hijos en amor dentro de una sociedad e Iglesia pacificadas. Sólo así podremos hablar de paz futura.

Una sociedad pacificada es una sociedad de bien nacidos, porque la paz está vinculada al buen nacimiento, “eugenesia” (p.175). En Jesús, somos llamados a nacer como hijos amados del Padre, “huiothesia” (p.179).

Para la reflexión

A partir del evangelio de la Navidad cristiana, podemos afirmar que el mayor gozo del ser humano, el principio de su paz es haber nacido en amor, haber sido acogido y educado gratuitamente para vivir en comunión con otros, expandiendo así la paz de la vida. Según eso, la paz resulta inseparable de un programa eugenésico de «buen nacimiento», en sentido personal y social más que puramente biológico (p.175).  

La violencia está especialmente vinculada con aquellos que no han recibido la vida en amor, ni pueden aceptarla como don, ni agradecen lo que tienen, ni lo admiten ni se reconocen y, por eso, rechazan a los demás para sentirse seguros ellos… La violencia está vinculada especialmente con aquellos que no se creen hijos, sino arrendatarios, y por eso disputan y matan por lograr la herencia (cf. Mc 12,1-11). Quien no ama hace la guerra. (p.176).  

Jesús (elevó) su experiencia de filiación, para compartirla con todos, diciéndoles que son hijos y que pueden vivir como hermanos. Esa fue su terapia; este, el principio de su paz: él fue mostrando a los expulsados de su tierra (huérfanos de padre y/o madre) que eran verdaderos hijos y herederos del Reino (p.177).  

La primera tarea de la paz no es que existan buenos hospitales (con avanzadas técnicas genéticas, cosa que puede ayudar), sino que existan buenos padres, que engendren, acojan y eduquen con amor, en una sociedad que busca la paz. Pero no bastan los padres, sino que cada hijo, hombre o mujer, ha de escuchar y acoger de un modo u otro la palabra más honda que le dice: ¡Eres mi hijo! Esa es la experiencia central de la huiothesia (Gl. 4,5; Rom. 8,23; Ef. 1,5), el descubrimiento de que Dios nos ama, haciéndonos hijos, lo mismo que a Jesús, el Hijo, a quien Dios confió su tarea de paz en el mundo (pp.177-178)  

Esta es la Palabra de Dios, esta ha de ser la primera palabra de los padres y de la sociedad que han de decir al niño o niña: Tú eres (p.179). Pero la palabra de Dios no dice solo “¡tú eres!” sino que añade: “Tú eres mi Hijo amado” (p.179).  

Reflexión de equipo

Es esencial nacer en una familia buena, donde la acogida y el amor van configurando personalidades sanas, niños que crecen con seguridad y confianza básicas. Cada nacimiento en el amor es como el comienzo de una marcha de paz, de ahí la importancia de que los padres se amen y vivan en el amor. Y es básico que en la sociedad y la Iglesia propiciemos experiencias de bondad y de paz que se graben en la memoria vital de los más pequeños.

La sociedad y las administraciones públicas deben cuidar y procurar el apoyo de todo tipo que las familias necesitan para la crianza, la educación y el cuidado de los niños y las personas más frágiles. Las familias con niños son más vulnerables ante la pobreza porque necesitan más recursos para atender a las necesidades de todos sus miembros. También necesitan tiempo y espacios adecuados para convivir, jugar, relacionarse. Las políticas laborales, sociales, educativas, sanitarias y de vivienda son básicas para garantizar buenas condiciones de vida a todas las familias.  

Sabernos y sentirnos bien amados por buenos padres y educadores, por un Dios bueno, es el fundamento de una buena sociedad donde la paz será posible.  También lo es acoger y sanar a quienes, por circunstancias de la vida, han sufrido situaciones de abandono, falta de protección y cuidados esenciales, experiencias de maltrato y/o abusos, explotación y trata. Y, más importante aún, prevenir, denunciar y actuar decidida y eficazmente frente a estas situaciones que afectan a los pequeños en todo el mundo.  

Cuando Dios me mira ¿qué veo en sus ojos? Un padre-madre que me ama hasta el infinito y más allá. Esa experiencia de fe sana y restaura lo más herido, da paz y sosiego, hace renacer la esperanza y nos abre a una nueva dimensión del amor, más generoso y comprometido, nos hace constructores de paz con relaciones más fraternas que saben afrontar los conflictos y convivir en la pluralidad y las diferencias.

Jesús descubre la paternidad-maternidad de Dios y nos transmite que somos hijos y podemos vivir como hermanos. Este es el principio para la Paz. Es importante que haya buenos padres y educar a los hijos en estos principios, aprendiendo en la familia a gozar por y con la existencia de otros.  Es importante una buena sociedad, que viva en condiciones de paz, y una buena Iglesia, que transmita y celebre un Dios que nos ama.  

En esta nueva estación podréis consultar algunos textos bíblicos para orar con lo reflexionado y compartir desde la fe. Se dan también algunas palabras clave para que cada persona las interiorice y reflexione lo que despiertan dentro de cada uno, qué evocan de nuestra infancia y cómo fueron nuestras primeras experiencias como creyentes.

La metodología de trabajo propuesta es participativa y comunitaria. Cada congregación o instituto podrá compartir el trabajo realizado internamente enviándolo a eltrendelapaz@confer.es

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