«La gratuidad de nuestra entrega cobra valor en razón del tiempo que le dedicamos», homilía del presidente de CONFER en la eucaristía de comienzo de curso

Madrid, 18 de septiembre de 2012 (IVICON).- Hoy se ha celebrado, en la sede de CONFER, la Eucaristía de comienzo de curso. Publicamos la homilía del Presidente, el P. Elías Royón, sj:

Confer Inicio de curso

18 de septiembre de 2012

Iniciamos este nuevo curso de trabajo y servicio en CONFER celebrando una vez más la Eucaristía; no tenemos mejor modo de significar lo que pretendemos con nuestro trabajo; su cuerpo partido y entregado, su sangre derramada y la invitación a hacer con nuestras vidas presencia y signo de su gran amor a la humanidad, serán para todos los que trabajamos en esta sede, estímulo y fortaleza para una entrega a los hermanos que deseamos generosa y gratuita.

Parece que el inicio de un nuevo curso, como el comienzo de un nuevo año, es una ocasión que se presta a reflexionar sobre “el tiempo”. Se nos pone en las manos un tiempo siempre indeterminado e incierto, como un regalo bien envuelto, que desenvolveremos día a día; pudiendo, desde nuestra libertad, usar, gastar, emplear, perder… con un talante, despreocupado, con ánimo consumista, con espíritu avaricioso, egoísta o gratuito.

Pero desde la fe, podemos caer en la cuenta que el Señor deposita en nuestro corazón el tesoro del tiempo. El tiempo es vida, y sin tiempo no hay vida; la hace posible, y real; con la muerte se disuelve el tiempo. Los talentos que se nos regalan para emplearlos necesitan tiempo para aprovecharlos o guardarlos con miedo o avaricia. El tiempo es oro, repite la verdad del refrán popular y hoy, en nuestra cultura de la eficacia, lo es mucho más. Sin embargo, para nosotros el tiempo está, puede estar, como marcado, sellado por el amor, porque el amar exige tiempo; la gratuidad de nuestra entrega cobra valor en razón del tiempo que le dedicamos; las cosas valen tanto cuanto hayamos empleado tiempo en cuidarlas y contemplarlas; el tiempo se llena de amor en la escucha sin reloj, en la alegría que no cuenta los minutos que faltan para la separación, en la tristeza que compartimos sin prisas. Si no dedicamos tiempo a las personas, a los proyectos, a los deseos, a nosotros mismos, no podemos decir que nos interesan, que son importantes, que las amamos. El tiempo permite, incluso, que lleguen a ser parte de nosotros mismos.

Jesucristo nos mostró su amor haciendo del tiempo eternidad, transformó su presencia temporal en presencia para siempre y nos dejó la Eucaristía, su palabra viva y su Espíritu que nos permiten experimentarlo como amor presente. Rompió la estrechez del tiempo para permanecer en un amor sin límite.

Comenzamos esta nueva etapa de nuestro tiempo de peregrinos bajo la mirada amorosa de un Dios que nos regala cada mañana el tiempo; quizás debería ser esta la primera experiencia oracional cada mañana, pero, al menos, es bueno recordarlo al inicio de un nuevo curso. La mirada de Dios es siempre creativa y nos concede el tiempo para que prolonguemos con Él la creación, que es, ante todo, amor eterno que se despliega en nuestro tiempo.

Bajo la mirada amorosa, el Señor nos invita a todos nosotros a gastar nuestro tiempo, conscientes de que es lo más nuestro que tenemos. A gastarlo aquí, en CONFER, en el servicio a la vida religiosa, como invita a la misma vida religiosa a poner su tiempo a disposición de los hermanos. Y tenemos que hacerlo con la audacia y la creatividad que requiere hoy la evangelización que en tantas situaciones es realmente “nueva evangelización”. Sin olvidar que en la misión, nada puede sustituir ese “evangelio vivo” de nuestras vidas, que han hecho de su tiempo una pasión por Jesucristo, de la vida fraterna que comparte sin prisas su vida en comunidad, del servicio de corazón compasivo, en tiempos de escucha y acogida, del compartir tristezas con los tristes, angustias con los faltos de esperanza. En definitiva, un lenguaje de vida y testimonio que harán más comprensivo y atrayente el Evangelio de Jesús.

Pedimos al Señor que el curso que iniciamos sea para todas nuestras vidas, personales, familiares, comunitarias, un tiempo de gracia, un tiempo regalo de Dios para entregarlo con gozo en el servicio del Reino bajo la mirada amorosa de nuestro Padre Dios.

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