La mexicana Teresa Maya, religiosa de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, ofreció el 11 de octubre, en el marco del Jubileo de la Vida Consagrada, una reflexión sobre la paz a los 16.000 religiosos que se trasladaron a Roma.
La expresidenta de la Conferencia de Superioras Mayores de Estados Unidos (LCWR) atiende a SomosCONFER para ahondar en cómo los consagrados están llamados a ser artesanos de paz.
¿Se pregunta una cuando recibe la llamada ‘por qué yo’?
Por supuesto, inclusive expliqué que no conocía mucho de la Vida Consagrada en otras partes del mundo. Finalmente, acepté, porque hace años una hermana con mucha sabiduría me dijo: “Tere, si te invitan vas, pero deja un pie en la puerta para que entren otras”.
Entre tantas guerras y situaciones de conflicto que asolan el mundo, ¿se puede ser peregrino de esperanza hoy?
Ante tanta situación violenta se debe ser peregrino de esperanza. No porque veremos su resolución, sino porque confiamos que nuestros aportes se suman a los esfuerzos por defender la dignidad humana y hacer cada vez más presente el Reino de Dios. Lo que necesitamos aceptar es que los resultados nunca son inmediatos.
Precisamente reflexionó con los religiosos y religiosas sobre la paz. Sin ánimo de ser catastrofista, ¿es hoy la paz una quimera?
La tentación de impotencia es muy fuerte. Cualquier esfuerzo de paz vale la pena. Dios creó en el caos. Pedimos la paciencia de Dios, su acción suave, eficaz y duradera. Me inspiran las luchas por los derechos civiles de Estados Unidos. Hagamos lo nuestro con espíritu de fe.
¿Cómo cada religioso puede hacer en su día a día realidad esa “paz desarmante y desarmada” que propugna León XIV?
Necesitamos ser comunidades de práctica. Hay que traer el carisma a casa… asegurar ambientes de paz, reconciliarnos con nuestras historias, reconciliarnos con los espacios donde fuimos cómplices. Aprender a comunicarnos asertivamente, a ver el conflicto como parte de la cultura del encuentro en nuestras diversidades. Luego extender nuestra influencia congruente a los espacios donde estamos. Presencia. Levadura. Semilla. Pero yo diría, además, ¡buen azafrán!
Por otro lado, tras su experiencia de gobierno tanto en su congregación como en la LCWR, ¿cuáles diría que son hoy los desafíos de la Vida Consagrada?
Arriesgarnos a lo pequeño, frágil y vulnerable; cultivar la auténtica colaboración a todos los niveles; sumarnos a las redes que hacen el bien y confiar en la dignidad de todo bautizado, dejando atrás excepcionalismos y fueros.
Y ante la reducción de consagrados, ¿hay razones para la esperanza?
Claro, primero porque somos creyentes de la resurrección. La muerte no es el final. Saber morir con fe y acompañándonos unas a otras es testimonio en una sociedad que descarta a la vejez. Pero, además, el propósito del carisma es cada vez más misión, el reino de Dios, no solo tener más religiosas. Y la misión se multiplicó en los laicos que colaboran con nosotros. Porque olvidamos contarlos. Regreso al azafrán. El sociólogo estadounidense John Paul Lederach dice que necesitamos levadura crítica, no masa crítica. Somos suficientes para lo que Dios necesita de nosotras hoy porque es otro tiempo.
¿Cuáles son los caminos por los que debe transitar hoy la Vida Consagrada?
Necesitamos atender la necesidad humana crítica, y esta es diferente en distintas partes del mundo; el horizonte de la cultura de la ética, inclusive lo digital y la inteligencia artificial; los espacios de migración, atender la pastoral de movilidad humana; y la dimensión espiritual y trascendente de la vida humana, que necesita un renovado compromiso, porque la gente busca sentido.
El hecho de que los dos últimos papas sean religiosos, ¿es un signo?
No hay que hacer generalizaciones. Espero que el mensaje sea que las divisiones entre clero diocesano y religioso van sanando. Espero que nos muestre una Iglesia cada vez más sinodal donde todos los carismas son necesario y bienvenidos.
¿Cómo está viviendo los primeros compases del pontificado de León XIV?
Como un Papa de la unidad, haciendo puentes, agradeciendo su trayectoria misionera. En los últimos años, la Iglesia viene reflexionando sobre cómo aterrizar la sinodalidad y huir del clericalismo… Ojalá estuviéramos “huyendo” del clericalismo, eso suena a que vamos rápido. La sinodalidad al menos nos está enseñando el camino de salida de una Iglesia clerical. Tarda el cambio de cultura, pero ya inició.
¿Qué puede aprender la Vida Consagrada de su historia que le sirva para el futuro?
Puede aprender de sus aciertos: búsqueda, aventura, riesgo, compromiso, espiritualidad centrada en Jesús. También de sus errores: burocracias lentas, complicidades, miedos, autosuficiencias…
La Vida Religiosa está dando pasos para hacer realidad la intercongregacionalidad….
La intercongregacionalidad, las redes, el trabajo sinodal, es indispensable para nutrir la esperanza. Necesitamos ecosistemas que promuevan la paz. Cuantas más conexiones hagamos más fuerte será la resistencia contra las amenazas a la paz.
¿Qué pasos debe dar la Vida Consagrada para avanzar en la misión compartida?
Hay que reconocer que no hay nada más alto en dignidad que el bautizo. Aceptar que todos los dones son llamados de Dios, seguir compartiendo nuestro carisma con los laicos.
¿Veremos diaconisas con León XIV?
¡Solo Dios sabe! Pero veremos mujeres en puestos de autoridad, veremos mujeres sinodales, veremos que la Iglesia es diversa…
Texto: Rubén Cruz


