Madrid, 21 de abril de 2017 (IVICON/ITVR).- La presidenta de la CONFER, M. Rosario Ríos, abrió ayer con sus palabras a la Vida Religiosa la sesión inaugural de la 46ª semana de la vida religiosa, organizada por el ITVR y que este año lleva como lema «La vida Consagrada tras las huellas de la Belleza». Le acompañaban en la mesa y en la acogida a los asistentes el Prof. Carlos Martínez Oliveras CMF., Director del ITVR, el Cardenal Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid, el Ilmo. Sr. D. Gonzalo Tejerina Arias, osa. Decano de la Facultad de Teología (UPSA) y del M. R. P. Pedro Belderrain Belderrain, cmf. Sup. Provincial Claretianos de Santiago.
Rosario Ríos comenzó agradeciendo al ITVR por su aportación permanente a la Vida Consagrada y especialmente por la organización de la Semana, «un espacio que, cada año, nos ofrece un programa cuidado y una ocasión importante de formación y reflexión, y también de encuentro y conocimiento mutuo.» Sobre el lema de la 46 Semana, destacó que «nos evoca claves hondas de nuestra vida como seguidores de Jesús, como consagradas y consagrados. La belleza de la que se habla no se limita a la estética, si bien es algo importante -expresión de otra belleza, camino hacia ella y educadora de la sensibilidad- sino que apunta a algo mucho más hondo: la belleza que es, que está, en Jesús y en su seguimiento, en ir tras sus huellas… en contemplarlo para dejarse afectar, modificar, vivir desde Él. Celebramos esta semana cuando iniciamos el Tiempo pascual; cuando acabamos de vivir la Semana Santa en la que contemplar a Jesús, nos habla fuertemente a nuestro ser de seguidores y nos hace reconocer (a veces sólo intuir) la Belleza» en la comunidad, en los signos cotidianos, en el rostro desfigurado del Siervo, en la entrega en la Cruz, en el “pasar haciendo el bien”, en la Paz que Jesús nos deja, y en el «hacer camino con la gente, con la que va desorientada y anda decepcionada, y hacer brotar en las personas la capacidad que tienen de acogida y escucha».
Gonzalo Tejerina hizo memoria de la larga trayectoria e internacionalidad de la semana de la vida consagrada, agradeciendo lo pertinente del tema que se ha ofrecido como un manera de aportar a la Iglesia que busca renovarse, de tal mañanera invita para que la vida consagrada sea la trasparencia del más bello de los hombres. Por último el P. Pedro Belderrain Belderrain, agradeció por poder recibir el testigo que ha recorrido un largo camino, de la mano de los organizadores, hombres y mujeres que han participado con las ponencias sobre la vida religiosa, lo cual se ha consolidado como fruto de la apertura de los claretianos a toda la Iglesia, porque la Semana de la vida Consagrada pertenece a todos los que la hacen posible.
La primera ponencia fue la del Cardenal Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, titulada «Comunión de vocaciones, belleza de la Iglesia local». En ella, agradeció a Dios por el papel que juega la vida religiosa en la Iglesia local, con la riqueza de sus carismas, los cuales son fruto del encuentro con el Jesús que pasó haciendo el bien por el mundo. «La vida consagrada engendra la comunión en el sentir, en el pensar y en el actuar, esto a primera vista es imposible, pero para Dios todo es posible», señaló. Buscando que la Vida Consagrada se interese por la belleza, Monseñor Osoro sugirió las siguientes preguntas: ¿qué busca?, ¿qué teme?, ¿qué sabor da y con qué ilumina?, ¿qué dice que soy?, y ¿cuántos panes tiene y sí está dispuesto a darlos?.
La segunda ponencia de la tarde, «Via pulchritudinis», camino privilegiado de evangelización y diálogo, la realizó el Prof. José Cristo Rey García Paredes, para quien hizo de moderadora la Prof.ª Susana Nieves. Se dio inicio con una referencia al relato de la creación, para decir que la creación en sí es buena, porque recibió la bendición de Dios, quien vio que todo era bueno, pero que luego vino la invasión de lo feo. Tras una reflexión sobre el recorrido histórico del significado de la belleza, el ponente destacó que se puede entender la vocación de la Vida Consagrada como el constante viaje del monte Tabor al monte del Calvario, que está atenta para contemplar la belleza que se manifiesta en el trasfigurado y en el crucificado, de tal manera que siempre esté en ella la experiencia del misterio Pascual, en el cual se percibe la mayor entrega del amor divino. «Además la Vida consagrada tiene para recrearse en la belleza, la Sagrada Escritura y la riqueza del carisma, recurrir a estas fuentes le permite vivir una formación capaz de trasformar, de hacer camino en la misión, de reparar los rostros desfigurados de la humanidad y de la naturaleza».