Jesús Díaz Sariego: «Hemos de mirar al pobre para aprender a vivir con la mirada de Dios»

Entrevista a Jesús Díaz Sariego, presidente de la CONFER, en la Revista Misericordias.

La palabra es bella cuando brota en silencio, a fuego lento, al despertar de una presencia consoladora que convierte el cuidado en ofrenda. Al latir de esa brisa amanece la mirada de fray Jesús: donde el Verbo encarnado se hace caridad, en los ojos de un Dios que inunda de ternura cada llaga que acaricia, en el corazón desnudo de quien ofrece por entero su vida por amor.

Cae la tarde en Valencia. Aún queda luz tras la brisa de este abril luminoso y resucitado. Anochece lentamente, con mesura, como quien posa su mano sobre la herida de un Cristo abandonado.

Fray Jesús Díaz nos recibe agradecido, con los brazos llenos de bondad, porque sus ojos no saben mirar de otra manera. «¿En qué puedo ayudaros?». La voz paciente y la sonrisa amiga del prior provincial de los dominicos de la Provincia de Hispania custodian el eco de quien escribe cuidado y consuelo en la intemperie del silencio.

La mirada del también presidente de CONFER atrapa la caricia de Dios en un suspiro. Al borde de su ternura vive el Eterno, donde la plegaria sostiene y custodia el milagro, entre el amor y dolor. Y lo muestra con delicadeza; dejándose doler, incluso, si es necesario, revelándome que ante el cáliz desbordado, nace a solas la Belleza y sólo queda el Amor.

¿Quién es Jesús Díaz?

En lo personal, me considero una persona introvertida, ordenada y trabajadora. En lo profesional, me apasiona estudiar e impartir clases de Teología a nivel universitario. Y en lo espiritual, la vida como dominico me ha llevado a ofrecer muchos retiros y ejercicios espirituales, y esto me ha ayudado y alimentado en el ejercicio del ministerio presbiteral.

¿Cómo viven la fe vuestras comunidades en Valencia?

Las comunidades que tenemos los dominicos en Valencia están comprometidas con la archidiócesis en espacios de evangelización y promoción de la fe en Jesucristo. Por ejemplo, en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer (ahora integrada en la Universidad Católica de Valencia), en el Colegio San Vicente Ferrer, en la casa natalicia de san Vicente (que fue dominico) o en una casa de espiritualidad en Torrent.

Mirando a los preferidos del Padre, ¿de qué manera ves tú el rostro de Cristo en los más pobres?

El Evangelio, en la predicación de Jesús, nos enseña cómo la ternura de Dios se refleja en los más vulnerables de forma intensa. La apuesta de Jesús por los más pobres, enfermos y marginados es indiscutible. Así, como seguidores del Maestro, debemos seguir esta estela. En los más pobres aprendemos lo más importante de la vida: el abrazo de Dios con los que más sufren. Este principio evangélico es indiscutible.

¿El Señor se identifica con ellos?

Jesús se identifica con los pobres de una manera tan intensa y especial que Él mismo adquiere sus rostros porque los quiere y los ama.

De ahí nace el Apostolado de la Divina Misericordia. ¿Qué brota de tu corazón cuando piensas en esta asociación?

Dios, en su misericordia, se encarna, padece, muere y resucita por nosotros y nos espera con los brazos abiertos de Padre. Por eso, me alegra especialmente que una asociación nos recuerde esta experiencia fundamental de nuestra fe. El mundo está más necesitado que nunca de vuestro mensaje de esperanza. En la misericordia recuperamos nuestra dignidad, vivimos el perdón y la reconciliación, curamos las heridas de la vida, nos levantamos de nuevo…

Debemos agradecer al Apostolado de la Divina Misericordia este don de Dios que enriquece a la Iglesia y, desde ella, a todos nosotros. Nos lo ha enviado a través de las personas que forman parte de la asociación. Sólo puedo daros las gracias por vuestro servicio pastoral y por mostrarnos el rostro misericordioso de Dios, tan necesario en nuestra vida y en nuestro tiempo.

No se entiende la espiritualidad de la Divina Misericordia sin el ejercicio de la compasión, ¿no?

La compasión nos lleva a la misericordia, nos cambia por dentro, nos hace más humanos y, también, por qué no, más divinos. Divinos en el sentido de permitir que Dios entre en nosotros, nos abra los ojos para ver mejor las heridas de los demás, los oídos para entender y escuchar los gritos de los que sufren, las manos para cuidar y acariciar al que sufre con el tacto que consuela y reconforta.

Por ello, nuestra base fundamental es el mensaje del amor de Cristo a la humanidad, revelado por Dios a santa Faustina Kowalska…

Sor Faustina fue una mujer ante todo mística. Su experiencia espiritual la llevó a vivir una unión personal e íntima con el Señor que la convirtió en una gran mensajera para este mundo. Su vida en sí misma y su identificación con Jesús crucificado es un precioso testimonio de fe. Faustina llegó a identificarse de tal manera con el Amado que lo llegó a representar bajo la inscripción: Jesús, en Ti confío. Una representación donde Jesús y su luz pascual irradian con fuerza hacia los que la contemplan. Cuando oramos ante esta imagen, nos sentimos especialmente bendecidos en su misericordia. Un mensaje que perdurará para siempre en el corazón de los creyentes.

¿Se puede mirar a Jesucristo y a la Iglesia sin mirar al pobre?

El rostro del pobre y de Jesús se unen. Es una identificación de amor, un vínculo de pertenencia.

Es preciso recordar, a este respecto, que somos no solamente porque existamos sin más, porque hayamos nacido; somos porque estamos vinculados. En nuestro caso, el cordón umbilical con Dios asegura nuestra existencia no de cualquier manera; es la dignidad de pertenecer a Alguien, con mayúsculas, que nos acoge para siempre. Hemos de mirar al pobre para aprender a vivir con la mirada de Dios sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Su mirada, como venimos diciendo, es una mirada de misericordia.

¿Qué aporta este tipo de asociación, a la Iglesia en particular y a la sociedad en general?

Yo diría que hacia la Iglesia aporta una lectura del Evangelio que no podemos ni debemos olvidar nunca.

Dios es misericordia, y ahí aprendemos a ser mejores personas, más auténticos en nuestra condición humana. El Apostolado de la Divina Misericordia nos ayuda a los creyentes a ser mejores testigos del Dios en el que profesamos nuestra fe. Los fieles que pertenecen a la asociación nos ayudan a construir un mundo mejor que necesita la reconciliación y el perdón en todos los ámbitos de la vida, un mundo necesitado de esa humanidad que Dios quiere construir con nuestra colaboración. Una humanidad que restaure las heridas y no las aumente, y que sea capaz de convivir, por encima de todo, en paz y en armonía.

¿Y cómo se consigue derramar el amor de Dios a los demás?

Vivir de esta forma requiere muchas horas de oración y un saber llevar la caricia de Dios a los demás con el respeto que se merecen. Es la delicadeza que Él nos enseña: un principio básico en las relaciones humanas.

Porque ser pobre no es, solamente, no disponer de un plato de comida, de un empleo o de un hogar…

Exacto. Y esa delicadeza expresa el misterio de Dios en nuestra vida. Por eso, el cuidado es, ante todo, místico.

¿Qué importancia tienen las Obras de Misericordia?

Las Obras de Misericordia son los referentes evangélicos para mostrar el amor que Dios tiene por el ser humano en las diversas circunstancias en las que se encuentre. Tanto las Obras corporales como espirituales, por mantener el lenguaje de nuestro Catecismo, son como el ADN del compromiso cristiano. El mundo necesita a personas que las practiquen y pongan por obra. De esta manera, no solamente dan testimonio del Dios que profesan, sino que también procuran el bien de muchas personas.

A veces, son sólo expresiones que hemos apendido de niños…

Claro. Por eso, más allá de su formulación, están los rostros humanos que hay por detrás en lo que cada una de ellas menciona o describe. Se refieren, sobre todo, a un modo de estar atentos a las situaciones en las que se puedan encontrar las personas más necesitadas.

El Apostolado de la Divina Misericordia nos abre a una realidad que nos grita con todas sus fuerzas. ¿Cómo respira tu corazón cuando te arrodillas ante el Cristo sufriente y acaricias sus manos y pies?

Cuando tenemos la experiencia personal de encontrarnos con alguien que está pasando por una situación difícil, son muchas las emociones interiores que se descubren. En primer lugar, se ha de valorar lo que supone el encuentro con la realidad de otra persona: un salir de uno mismo para escuchar atentamente y hacerse cargo responsablemente de la situación del otro. En segundo lugar, es acoger en el propio corazón su herida, llenarla con tu presencia, como lo haría el mismo Cristo. La presencia de alguien que se acerca cuando uno sufre de manera especial es el gesto humano más noble que un ser humano puede tener con otro. Sin duda alguna, Dios – con su ternura – está ahí muy, muy presente.

Evangelii gaudium dice que «estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos y a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (198). ¿Qué brota de tu alma ante estas palabras?

Me evoca la posibilidad de experimentar los mismos sentimientos de Cristo. Estamos llamados, como dice también el Papa Francisco, no solo a hacernos eco de sus necesidades materiales o espirituales, sino también a ser sus amigos. Es decir, a escucharlos para descubrir en ellos la sabiduría que Dios también quiere transmitirnos. El encuentro con ellos es un encuentro personal con Jesucristo. He aquí su mensaje.

Lo más profundo de la calle nos muestra corazones heridos y destrozados por la soledad, mientras alzan el vuelo al último mar donde les espera el abrazo del Padre. ¿Qué sientes en esos momentos, cuando sólo ese Amor nos salva?

Siento la esperanza cristiana en toda su plenitud. Sólo el Amor nos salva, como bien dices en tu pregunta. Y para poder experimentar la fuerza de ese Amor que nos salva hemos de dejarnos llenar por Dios en la propia vida.

San Agustín confesaba que «Dios está más dentro de mí que lo más íntimamente mío». ¿La contemplación de Jesús transfigura la mirada del creyente?

La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor traspasa toda conciencia humana. En ese sentido, transfigura la mirada del creyente. Por eso, el Misterio Pascual, más allá de su tragedia humana, es bello. Y esta entrega es la mayor belleza que nuestros ojos pueden contemplar. Al final, realizar el gesto del Buen Samaritano requiere una sensibilidad humana y religiosa de mucho calado.

¿Una palabra de ánimo para todos los socios, voluntarios y colaboradores de nuestra asociación?

Todos los que forman parte del Apostolado de la Divina Misericordia merecen nuestro más sincero reconocimiento y admiración. También nuestro agradecimiento por su generosa entrega a una tarea netamente evangélica. Sus vidas ya anuncian el Evangelio que realizan en las diversas Obras de Misericordia. Seguramente muchas de ellas de forma discreta y callada. Dios, desde su interior, actúa en favor de los más desfavorecidos. Podríamos decir que todas las personas comprometidas con la asociación nos hacen a todos un poco mejores: bendicen a los pobres y, desde ellos, a la Iglesia en su conjunto.

¿Y cómo animaría al pueblo valenciano a colaborar con nosotros?

Primero, los animaría a conocer la asociación, a gustar el bien que a muchos procuran y a valorar la gratuidad de sus tiempos y sus gestos. Y, después, los alentaría a no tener miedo al compromiso. Cuando uno se compromete con los más necesitados como hacéis vosotros, sale ganando. Es más lo que va a recibir que lo que da. Y esta gratuidad de vida en sí misma es un premio para quien lo da todo por los demás. Así, lejos de “perder el tiempo”, lo habrán ganado con creces…

Entrevista de Carlos González García, director de la Revista Misericordias.

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