El proyecto de acogida a migrantes coordinado por La Merced Migraciones se lleva a cabo en una vivienda cedida por las Religiosas Esclavas del Divino Corazón en Málaga
«Como antiguo alumno, Casa Betania es muy importante en mi vida, porque me ha brindado apoyo en momentos difíciles, me ha enseñado a ser fuerte y resiliente. Es todo para mí”. Así relata Mouhamed Diop, senegalés de 26 años, su experiencia en Casa Betania. “Es una casa acogedora, donde los chicos viven como una familia. Aquí encuentran un ambiente cálido y seguro, donde pueden crecer y desarrollarse como personas”, asegura.
En 2023 se estrenó este proyecto de La Merced Migraciones, pero fue en 2024 cuando llegó la consolidación. La vivienda, cedida por las Religiosas Esclavas del Divino Corazón, abrió sus puertas con 15 plazas para solicitantes de asilo de entre 18 y 25 años. Desde entonces, Casa Betania “aspira a ser más que un recurso de acogida: es un hogar”, ofreciendo un espacio seguro a jóvenes solicitantes de asilo asignados por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Mouhamed llegó con “una mochila muy vacía”, pero “salí con una mochila llena de muchas cosas”. En Senegal nunca había estudiado, pero en Málaga completó más de siete cursos y hoy trabaja. “De vez en cuando vuelvo a la Casa para que los chicos me vean como un ejemplo, para que sepan que todos los que están aquí tienen la oportunidad de desarrollarse”. Pero, sobre todo, quiere contar su historia “para que la gente sepa que los que venimos es para trabajar y tener una vida digna, no para robar o invadir”.
“Casa Betania me ha ayudado mucho y lo sigue haciendo. Suelo decir que yo salí con los pies, pero el corazón se ha quedado aquí”, concluye. Como Mouhamed, por esta casa han pasado ya 37 chicos que ven hoy “mucho más fácil su integración en la sociedad española”.
“Es imposible cruzar el umbral de Casa Betania y salir indiferente”, subrayan desde La Merced Migraciones. “Casa Betania es una comunidad de hospitalidad que pone a cada persona en el centro, cuida sus tiempos y talentos, y convierte la llegada a Málaga en oportunidad de futuro compartido”, aseveran desde la organización al frente del proyecto.
“Cada joven que llega a Casa Betania tiene detrás una historia que te remueve: muchos han tenido que madurar a la fuerza, dejarlo todo atrás, jugarse la vida por un futuro mejor”, señala Sara García, educadora de Casa Betania. “Y, aun así, siguen luchando cada día, con una resiliencia admirable, con sueños grandes, con una fuerza increíble”.
Lanzadera hacia el empleo
Málaga se ha convertido, de esta manera, en una puerta de primera acogida, un espacio donde desde una convivencia familiar y acompañamiento profesional, se articulan las primeras etapas del itinerario —acogida, regularización documental, aprendizaje del idioma, apoyo psicosocial e inserción laboral— y, sobre todo, la generación de vínculos seguros tras trayectos marcados por la violencia o la incertidumbre. Es, también, un aula de idiomas y cultura, así como una lanzadera hacia el empleo.
Pero, sobre todo, es un ejemplo de convivencia: “Poco a poco, nos hemos hecho presentes en espacios de Iglesia y en la ciudad de Málaga, llevando nuestra experiencia, nuestra visión de las migraciones y aportando propuestas en coordinación con la red comunitaria y eclesial de la ciudad”.
Espacio de seguridad
“Casa Betania es un espacio de seguridad, donde convive una comunidad donde el afecto y el vínculo son los pilares fundamentales para conseguir la inclusión de los jóvenes valientes en la sociedad malagueña”, afirma Michel Bustillo, educador en el proyecto.
Para él, esta iniciativa es también una experiencia de sinodalidad: “Una suerte de Casa Betania es tener una comunidad religiosa tan cerquita. Que Casa Betania haya nacido de la mano de dos congregaciones religiosas que se juntan para dar respuesta a esta necesidad es muy sinodal, cumpliendo lo que nos dijo el papa Francisco”.
Irene del Río, superiora de la comunidad de Ligorio de las Esclavas del Divino Corazón, lo confirma: “Casa Betania es una experiencia muy transformadora desde el inicio”. “Para mí es una experiencia de Evangelio real”, afirma la religiosa. “Toda persona que entra en contacto con la casa sale mirando la realidad de otra manera”, subraya.
Texto: Elena Magariños


