En 2024 fui alumno de la Escuela de Formación Misionera, a la que os invito a conocer y participar si sois enviados/as a una misión eclesial en un nuevo contexto social y cultural. Lo que me motivó a inscribirme fue que tuve una de las noticias que para cualquier religioso es de las más relevantes en su vocación: un nuevo encargo de vida y misión en otro continente. En mi caso fue a nuestra presencia en el norte de Mozambique.
Este nuevo reto lo viví no solo desde la disponibilidad que en su día mostré a la orden escolapia con mi profesión, sino también como un momento donde el Espíritu me estaba pidiendo personalmente no encasillarme, y abrirme a nuevos horizontes. Al recibir esta propuesta de envío, sentí la necesidad de formarme, de prepararme para este encargo y es entonces cuando tuve la fortuna de conocer la Escuela de Formación Misionera. Pensé que este curso intensivo de cuatro meses podía ayudarme en esa búsqueda de un cierto “reciclaje espiritual y teológico” y que me ayudase principalmente a tres cosas.
En primer lugar, a vencer los hábitos e inercia de lo que siempre he hecho como escolapio en Euskadi dado que la nueva realidad que me toca ahora afrontar es muy distinta. En segundo lugar, renovar el vigor misionero, tener una oportunidad de volver a las fuentes de nuestra fe. Por último, poder aprender de otros/as que hayan tenido esta experiencia de misión fuera de su tierra natal.
La Escuela de Formación Misionera, una apuesta por hacer Iglesia sinodal
He de confesar que esta propuesta formativa no solo ha cumplido mis expectativas previas, sino que incluso las ha superado. En este sentido, el curso ha sido de gran ayuda, por la calidad de este, a través de un profesorado diverso y con una rica experiencia en las misiones ad gentes e inter gentes, en nuestros contextos que también somos misioneros, y en la misión a países y culturas más lejanas.
Pero, además, el curso me ha dado un lugar donde compartir con otros/as que están en un momento vital similar al mío. Y compartiéndolo además en un espacio privilegiado para sentirse en comunión con una Iglesia misionera amplia en tipos de vocación (sacerdotal, laical o religiosa) y de procedencias (como alumnos/ as hemos estado de cuatro continentes, e incluso de los cinco si contamos al profesorado).
Por todo ello, animo a hacer el curso a cualquier/a que se sienta ante un reto de misión eclesial que le suponga hacer existencialmente suyas palabras como inculturación, sinodalidad, cooperación, evangelización, kénosis, diálogo, ecumenismo, interculturalidad, análisis, periferia, Iglesia en salida, etc. Y no lo recomiendo solo por tener una formación misionera teórica de calidad, que también, sino porque debemos ir a la misión amándola con “todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente” (Mt 22,37); algo en lo que contribuye esta escuela. Y ya que somos siervos indignos ante una mies tan grande, al menos dediquémosle intensamente unos meses de nuestra vida para esa responsabilidad que la Iglesia nos encomienda.
Texto: Israel Cuadros, Sch.P. Ex alumno de la EFM.


