Entre la dura realidad de las cárceles y las personas privadas de libertad, y el ideal de abrir y liberar las prisiones, hay un largo camino que hemos de recorrer como sociedad y también como cristianos y hermanos de las personas encarceladas. El mismo sistema en que vivimos genera injusticias, violencia y exclusión. Las cárceles son también reflejo de la desigualdad y la injusticia en la sociedad, en las leyes y los sistemas judiciales. Tampoco se puede olvidar que, en muchos lugares, la cárcel alberga muchas personas inocentes e injustamente condenadas, e incluso sin condena ni procesos legales, por motivos políticos, ideológicos, religiosos,… o intereses de quienes tienen poder.
En esta novena estación nos centramos en las páginas 253-270, del libro de Xabier Pikaza, “El camino de la Paz. Una visión cristiana”. Solo cuando el tren de la vida no necesite parar en esta novena estación, porque está vacía; solo cuando las cárceles no tengan ya ninguna función que cumplir y se cierren por inútiles (y superadas), podremos afirmar que hemos vencido en la guerra de la vida de Dios, que se expresará al final en un mundo sin muerte (cf. 1Co 15,26).
Reflexión del Equipo
Es importante romper las dinámicas de violencia y delincuencia que se generan en poderosos grupos al margen de la ley y se nutren de las personas más vulnerables y empobrecidas de zonas marginales. Y también la violencia estructural que genera injusticia, leyes arbitrarias, sistemas autoritarios de poder, sistemas económicos depredadores y destructores, exclusión y persecución.
La reinserción comienza en cada barrio y localidad, con prevención, facilitando y garantizando la igualdad, la cobertura de las necesidades básicas, buenas condiciones laborales y apoyo para las pequeñas empresas y comercios, educación y formación profesional de calidad, espacios públicos de ocio, favorecer la participación ciudadana, buenos servicios de salud… El coste humano, social y económico de las cárceles y todo el sistema penal es muy superior al que supondría prevenir y mejorar las condiciones de vida de todos.
Cárcel como escuela de vida
El ideal de paz israelita (asumido por Jesús según Lc 4,18-19) implica la apertura y superación de las cárceles. Pues bien, esta apertura exige un intenso cambio social. La paz sin cárceles no puede tomarse como restauración de un orden anterior, sino como creación de uno distinto (cf. 256). No se pueden superar las cárceles e insertar socialmente a los presos, sin que el conjunto social se implique en ello, reconociendo sus injusticias y carencias y queriendo crear unas condiciones humanas de vida en libertad y concordia para el conjunto de los ciudadanos (p. 265).
La mejor manera de reinsertar es prevenir (p. 263). Sólo una sociedad pacificada podrá abolir las cárceles, superando la actitud fácil (y quizá violenta) de los que desean que solo los presos expíen y la de aquellos que solo condenan a la sociedad y toman a los delincuentes únicamente como víctimas (p. 266). Este cambio implica que las cárceles deben cambiar en su dinámica interna y ofrecer la posibilidad de formas sanas de convivencia y trabajo, instituciones de acogida y educación, porque solo con libertad se aprende a ser libre, solo viviendo en sociedad se aprende a ser social y solo creciendo en espacios de amor se aprende a querer. Las cárceles han de concebirse como escuelas de vida, en una sociedad que quiere aprender a vivir en humanidad (cf. 267-268).
En la tradición cristiana original, el perdón no es algo que se concede al final del camino, cuando el culpable o delincuente ha realizado su proceso de arrepentimiento, sino que se ofrece desde el principio (por puro amor de Dios) como factor desencadenante de transformación (cf. 261). La Iglesia se sabía pecadora y asumía el camino de conversión de sus penitentes, de manera que estos no se hallaban solos, pues la comunidad asumía y compartía su camino (p. 262). La Iglesia actual debería convertirse en hogar de inserción y desarrollo, iniciar (o, mejor dicho, reiniciar) su camino entre los expulsados y encarcelados de la sociedad actual (p. 270).
Para enriquecer…
Ofrecemos algunos textos bíblicos para orar con lo reflexionado y compartir desde la fe:
- Heb 13,3: Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.
- Salmos 69,34; 79,11; 102,21; 103; 146; 142. Sácame de la prisión, y daré gracias a tu nombre.
- Lc 4,18-19: Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos.
- Mt 25,14-30: Estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.
La metodología de trabajo propuesta es participativa y comunitaria. Cada congregación o instituto podrá compartir el trabajo realizado internamente enviándolo a eltrendelapaz@confer.es