Madrid, 8 de abril de 2019 (IVICON).- Este domingo se han cumplido tres siglos del fallecimiento de Juan Bautista de La Salle, sacerdote cuya obra estaba llamada a marcar época en la historia de la pedagogía y la evangelización.
El nombre del Instituto fundado por La Salle describe bien su naturaleza, pues recoge los tres pilares fundamentales de su identidad: fraternidad, escuela y evangelización.
Una de las grandes aportaciones lasalianas a la historia de la pedagogía es ese afán irreductible por introducir la fraternidad en la escuela. Animar la escuela en comunidad, desechando para siempre la figura del maestro aislado, amo y señor exclusivo de cuanto sucedía en su clase. En la escuela de La Salle hay que pensar las cosas juntos, en equipo, y desarrollar luego cada cometido personal en íntima comunión con los demás maestros.
De esta manera, con su fraternidad, los Hermanos de La Salle iniciaron una auténtica revolución en el universo escolar.
Al poco de la muerte de su fundador, en 1725, la Santa Sede aprobaba a los Hermanos de La Salle y los reconocía como religiosos. Además de pedagogo rompedor, La Salle se convertía así en inspirador de una vida religiosa muy característica, rabiosamente comunitaria y apostólica, con una espiritualidad que alimenta y se alimenta de la misión. Un modo de ser religioso en la Iglesia que se abrió camino con fuerza e iluminó más adelante a un sinfín de congregaciones que, sobre todo en el siglo XIX, fueron estructurándose al estilo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
El Instituto ha designado 2019 Año de las Vocaciones Lasalianas. En Italia y en todo el mundo se organizarán actos y celebraciones para honrar su herencia común de proporcionar educación humana y cristiana a los jóvenes y a los pobres y promover la vocación para el ministerio educativo.