Madrid, 2 de marzo de 2022 (IVICON); Mañana hará una semana de la ofensiva rusa contra ucrania. Miles de personas están viviendo un infierno encerradas en bunkers o luchando en plena calle para poder sobrevivir.
Antonia, María y María Jesús son tres monjas dominicas que acaban de llegar a España dejando atrás 25 años de trabajo en Ucrania. Hoy han venido a vernos a la CONFER y poder celebrar con nosotros una Eucaristía en este miércoles de ceniza y compartir la jornada de ayuno y oración por la paz en Ucrania que propuso el Papa Francisco.
Vivían en Nyviyk, cerca de la torre de comunicaciones que ayer fue parcialmente destruída.
“Ninguna queríamos irnos” dice María apesadumbrada. La embajadora llevaba 15 días llamándonos a diario para que cogiéramos el avión, cuenta María Jesús. “Hubo un momento que les dijimos que no nos siguiera llamando porque no nos íbamos a ir”, pero la embajadora española insistió y aquí están.
María Mayo cuenta que pensaban que podían ser una rémora para la gente por nuestra edad, tienen 81, 71 y 77 años. “No es lo mismo tener nuestra edad que 40 o incluso 60 para tomar una decisión”.
Las tres están orgullosas del sentido de pertenencia humana. “Jesús es tan sencillo que en todos los éxodos camina y es la consolación, es el fondo del corazón, la misma naturaleza, y la gente de antes de ese éxodo te acompaña, te abren las carreteras”, cuenta María.
Ahora, la casa de niños que habían creado es el refugio para una familia con dos niños de 11 y 14 años. Intentan hablar con ellos pero las comunicaciones son difíciles.
Estas tres misioneras españolas de la congregación de Santo Domingo volverán en cuanto se pueda. “No queremos ser un peso para nadie pero sí una mano que ayude”.
En ese interminable viaje de vuelta, donde compartían coche con una familia con dos niños pequeños, cuentan como el niño más pequeño le decía constantemente a su papá que esa excursión no le gustaba, que quién era el jefe porque era un poco rara, que quería salir. “Admiramos a esos niños cómo vivieron el viaje de vuelta”.
Antonia, María y María Jesús agradecen a los geos su ternura y delicadeza con ellos.
A parte de la preocupación por los que se han quedado allí, estas tres religiosas muestran su pesar por la situación que se van a encontrar los españoles que están volviendo. “Vuelven con las manos vacías” dicen, “con la situación de trabajo tan mala que hay en España”.
Las tres en ese viaje de vuelta comulgaban en el bosque en soledad. “No hemos tenido miedo, no da tiempo a tener miedo. Dios te da lo de ahora. Él mismo en el huerto de los Olivos sufrió antes de…pero después… en tus manos encomiendo mi espíritu.”